Marianela Casado Antropóloga (UNR).

Doctoranda en Cs. Sociales y Humanas (UNQ). Becaria CONICET

Maria Candelaria Churin Antropóloga (UNR).

Docente Facultad Humanidades Artes y Ciencias Sociales de UADER.Silvia Cecilia Galeazzi Antropóloga (UBA).

Candidata a Magister en Gestión de Sistemas y Servicios de Salud (UNR).

Integrante del Comité de Ética en Investigación del Instituto Lanari (UBA).

Integrantes del GT de Lenguaje Simple del Observatorio de Justicia Sanitaria y Climática

En un contexto saturado de mensajes, textos y documentos, comunicarnos de manera simple no debería ser una excepción. Sin embargo, acceder a la información pública implica enfrentarse a lenguajes técnicos, complejos  y excluyentes. ¿Quiénes quedan por fuera cuando el lenguaje no se adapta a quienes deben leerlo o escucharlo? ¿Qué herramientas puede ofrecer la antropología para repensar estas formas de comunicación?. Este artículo propone un aporte desde la mirada antropológica para reflexionar sobre el lenguaje simple como una herramienta clave para la inclusión, transparencia y justicia.

¿Qué aporte nos trae la antropología para pensar en un lenguaje simple?

Franz Boas, referente de la corriente de pensamiento culturalista comenzó sus estudios en comunidades del norte de América a finales del siglo XIX. El autor ha sido un reconocido crítico de la corriente de pensamiento evolucionista, que planteaba la superioridad cultural de unos grupos sobre otros. En palabras de Boas (1920): “Nos parece que cada grupo cultural tiene su propia única historia, dependiente en parte del peculiar desarrollo interior del grupo social y en parte de influencias extranjeras en las cuales está sujeto” (p.6).

Al tener en cuenta la historia, normas y contextos de los diferentes grupos sociales y culturales, podemos dimensionar para respetar, la diversidad en las formas de comunicar.

La antropología clásica, encargada de estudiar a diversas sociedades, supo desechar prejuicios acerca de otras culturas no occidentales, muchas veces definidas como salvajes, sin organización, sin cultura y caóticas. En relación a esto, Malinowski (1973), en sus investigaciones sobre las culturas no occidentales en las islas Trobriand plantea que:

La palabra salvaje, sea cual fuese su significación original, connota ideas de libertad desaforada e irregularidad, y evoca algo de extremada y extraordinaria rareza. Es creencia popular que los indígenas viven en el seno mismo de la naturaleza, más o menos como pueden y quieren, víctimas de temores descontrolados y creencias fantasmagóricas. La ciencia moderna, por el contrario, demuestra que sus instituciones sociales tienen una organización bien definida, que se gobiernan con autoridad, ley y orden […] Que lejos queda de la posición de la moderna etnografía la famosa respuesta dada hace tiempo por una autoridad colonial, que habiéndose preguntado sobre las costumbres y maneras de los indígenas, respondió: << Costumbres ningunas, maneras bestiales>>. (p. 27)

Desde la experiencia de trabajo de campo a través de la observación participante en comunidades locales, este autor clásico de la Antropología se desprende de una mirada prejuiciosa que sostiene la superioridad de la cultura occidental frente a las demás. En este sentido, critica aquellas concepciones que desconocen otras formas de organización cultural.

En línea con lo anterior, Levi Strauss (2009) describe esta problemática como constitutiva del proceso de colonización que se produjo en América a partir de 1492:

Que “el buen salvaje” conozca en el estado de naturaleza el bienestar que se niega al hombre civilizado es, en sí misma, una proposición absurda y doblemente inexacta, puesto que el estado de naturaleza no ha existido jamás, ni el salvaje es o ha sido más o menos necesariamente bueno o dichoso que el hombre civilizado. Pero tal mito encubría el hallazgo positivo y más peligroso: en adelante Europa supo que existen otras formas de vida económica, otros regímenes políticos, otros usos morales y otras creencias religiosas que las que hasta aquel entonces se creían radicadas en un derecho y revelación de origen igualmente divino y respecto a lo cual sólo cabía poseerlos para su pleno disfrute o carecer absolutamente de ellos. A partir de ahí todo pudo ser puesto en entredicho. (Lévi Strauss, 2007, p. 23)

Desde el proceso de la colonización se han legitimado ciertas formas de vida económica, regímenes políticos, usos morales y religiosos por sobre otros. Esto también ocurrió con el lenguaje y con las formas de comunicación y ha contribuido a profundizar la asimetría en la utilización del lenguaje.

Los antropólogos han analizado cómo el lenguaje está vinculado al poder, mostrando que ciertos grupos o instituciones tienen el control sobre el lenguaje y la comunicación, lo que puede excluir o marginalizar a otros grupos.

Maurice Godelier, al analizar la forma de vida de los Baruya en Nueva Guinea, plantea la existencia de una violencia organizada, tanto en el discurso, como también física y psicológica, que asegura la reproducción de las relaciones de dominación.

Poder y lenguaje están en esa relación que no es sólo la señal en el lenguaje de una diferencia. Es más profundo, es el acceso, a través del lenguaje, a la esencia oculta de las cosas. Es un poder sobre las cosas al mismo tiempo que un poder sobre los hombres a través del poder sobre las cosas. En el centro de ese uso del lenguaje, hay una representación, hay una “teoría”, no sólo una manera de hablar, sino una manera de pensar, una manera de plantear los problemas, de interpretar el mundo. (Godelier, 2004, p. 111)

El uso de lenguaje simple es una forma de descentralizar el poder y dar voz a todos los miembros de una sociedad, especialmente aquellos que históricamente han sido silenciados por el uso de un lenguaje técnico o elitista. Según Foucault (1987)

(…) en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad. (Foucault, 1987, p. 14)

Adoptar un enfoque de lenguaje simple puede ser una forma de democratizar la comunicación y reducir las barreras lingüísticas que favorecen a ciertos grupos sobre otros.

Echegoyemberry y Fernandez (2021) señalan que “La asimetría en la utilización del lenguaje, el clasismo, el elitismo, la falta de adecuación de los contenidos a comunicar, y el excesivo e innecesario tecnicismo en las formas de expresarnos atentan contra la construcción de ciudadanía (…) Avanzar en su reconocimiento permitirá la apropiación del lenguaje jurídico por parte de colectivos históricamente excluidos del conocimiento de los derechos y de su reivindicación, lo que, a su vez, fortalecerá la democracia y la igualdad”.

En este sentido las autoras plantean la necesidad de la adaptación del Estado a las formas de hablar y a las situaciones en las que se encuentran las personas. El lenguaje simple debe ser inclusivo y accesible y tener en cuenta las diferencias interculturales, etáreas y de género. De esta manera tiene que poder garantizar el derecho a comprender de personas, colectivos y comunidades históricamente vulneradas (Echegoyemberry, 2024).

La producción del discurso legitima estructuras de poder que abonan la desigualdad social. La antropología, ha contribuido al estudio de formas culturales invisibilizadas al reconocer las diversas maneras de organización social. Desde siempre ha sostenido la identidad fundamental de los procesos mentales y la igualdad de condiciones psicobiológicas para el desarrollo de procesos culturales.

A la vez el aporte de la antropología al campo del lenguaje simple es fundamental para develar las estructuras de poder insertas en las relaciones de colonialidad y visibilizar distintas formas de opresión que sufren los grupos racializados.

Bibliografía de referencia

Boas, F. (1920). Los métodos de la etnología. American Anthropologist. Volumen 22, N° 4. Traducción: Ana Aguilar.

Echegoyemberry, MN (2024). El consentimiento informado: el derecho a comprender de las personas en situación de hipervulnerabilidad. en Lenguaje Claro en Iberoamérica: principios y prácticas” de Thomson Reuters La Ley. Disponible: https://justiciasanitaria.org/2024/06/lanzamiento-del-libro-lenguaje-claro-en-iberoamerica-principios-y-practicas-de-thomson-reuters-la-ley/

Echegoyemberry, N., & Fernandez, C. (08 de agosto de 2021). El lenguaje claro es una estrategia esencial para ampliar el acceso a la justicia. Justa. https://justa.acij.org.ar/articulos/2021-07-08-El-lenguaje-claro-es-una-estrategia-esencial

Foucault Michel, (1987). El orden del discurso, Tusquets, Barcelona. Recuperado de https://www.ram-wan.net/restrepo/hermeneuticas/10.el-orden-del-discurso.pdf

Godelier, M. (2004). Poder y Lenguaje. Reflexiones sobre los paradigmas y las paradojas. En Boivin, M.; Rosato, A.; Arribas, V. Constructores de Otredad. Una introducción a la Antropología Social y Cultural (3 ed., págs. 110-114). Buenos Aires: Antropofagia.

Lévi-Strauss, C. (2007). Las tres fuentes de reflexión etnológica. En Constructores de Otredad de Boivin, Muricio, Rosato, Ana y Arribas Victoria. EA.

Malinowski, B. (1973). “Introducción: objeto, método y finalidad de esta investigación” en Los argonautas del pacífico occidental. Barcelona, Ed. Península.